por Andrea Bizberg
@andreabizberg
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Las sardinas, pequeños peces pelágicos, se desplazan en cardúmenes gigantescos, formando columnas y columnas de vida, como si quisieran atemorizar a sus numerosos depredadores. Y es que, esos destellos metálicos y viscosos tienen muchas implicaciones ecológicas: son la base de cadenas alimenticias, los pilares que sostienen diversos ecosistemas. Alimentan a peces más grandes y con un valor económico importante para el hombre, a mamíferos acuáticos y aves marinas. Pero sobre todo, alimentan a los barcos pesqueros, sus mayores depredadores, embarcaciones que surcan los océanos dejando tras de ellas un olor a muerte, producto de una pesca desenfrenada y excesiva.
Esta acción descontrolada amenaza las otras cadenas alimenticias que peligran aun más por las fluctuaciones naturales de las poblaciones de sardinas. En efecto, estos cardúmenes son muy sensibles a la temperatura de las aguas superficiales y por ende, los fenómenos del Niño los afectan particularmente.
Este evento climático provoca una disminución en intensidad de los vientos ecuatoriales, desviando las aguas cálidas que se dirigen al norte de Australia hacia el este, hacia el Golfo de California, hábitat de enormes poblaciones de sardinas. Esta alza repentina de la temperatura afecta el nacimiento de las larvas de sardinas, además de bloquear los upwellings oceánicos, es decir, la subida de las aguas profundas; un fenómeno que aporta a la superficie los nutrientes necesarios al incremento de plancton animal, alimento básico de las sardinas. Sin alimento ni temperatura adecuada, las poblaciones de sardinas son menores y son todas las cadenas alimenticias que dependen de ellas que se ven afectadas.
Fuente: VELARDE Enriqueta, EZCURRA Exequiel, A. CISNEROS-MATA Miguel. 2004. “Seabird Ecology, El Niño anomalies, and prediction of sardine fisheries in the Gulf of California”. Ecological Applications. pp 607-615